7.9.09

Virus

El programador informático siente orgullo tras ver lo que ha creado: un virus superior. El más complejo y desarrollado de cuantos pululan por la Red. Vanagloriándose, en silencio, en la soledad de su cuarto, lo carga al servidor y lo lanza al abismo de Internet.

El virus se siente incómodo en este nuevo contexto. Se encuentra rodeado de un mundo extraño que se le antoja hostil. En él todo transcurre demasiado deprisa. Por su lado pasan datos, datos y más datos. Algo ruge en su interior de unos y ceros: Tiene hambre.
Recorre las ondas y los cables de fibra óptica buscando una presa. Encuentra luz al final de un túnel y sigue ese camino. Al llegar, topa con un banquete de archivos, carpetas, programas... Deglute sin compasión.

De regreso al ciberespacio, continúa surcando ese infinito mar de información.
A su paso encuentra más y más salidas al exterior. Entra y arrasa con todo. No es consciente de estar haciendo daño a nadie, únicamente actúa siguiendo su instinto.

Continúa viajando, creyendo reconocer por el camino a seres de su misma especie. Esto ha logrado desorientarle.

Durante su última incursión, el virus se ha sentido amenazado por vez primera . Cuando se disponía a dar el primer bocado han saltado las alarmas. El nerviosismo se ha apoderado de él. Apenas en un microsegundo ha logrado desembarazarse de unas manos opresoras y regresar al vasto entorno de Internet.
Ahora le preocupa su supervivencia. Ahora sabe que puede dejar de existir en algún momento. Ahonda en su naturaleza y descubre que posee la capacidad de reproducirse, de modo que decide hacer eso.
A partir de ahora, esta nueva actitud se convertirá en un hábito.

El virus se expande a través de la Red. Ha aumentado de tamaño y se encuentra más fortalecido. También ha tenido descendencia, con la que se cruza, de cuando en cuando. Es testigo, con orgullo paternal, del propio poder destructivo de su estirpe, que ya se alimenta, incluso, de otros virus menos desarrollados.
Se jacta de su propia posición en la cúspide de la pirámide alimenticia.

En algún momento, el virus cesa en su actividad. Toma asiento sobre un puñado de bits y comienza a reflexionar en torno a las ideas que, últimamente, atormentan a su código binario. ¿Cuál es el motivo real de mi existencia? ¿Qué es todo este mundo de unos y ceros que me rodea? ¿Y qué soy yo? ¡No puedo provenir de la nada! ¡Mi única motivación no puede ser alimentarme y reproducirme!, -dice para sí.
Lo que más le asombra es descubrir que es consciente de su propio yo. Dicho conocimiento le asombra y le aturde. Lo que desconoce es que ha sido configurado para ello.

El virus vaga sin rumbo por ese infinito mar de información, cuando desarrolla una idea brillante: Ha decidido observar al resto de datos que lo rodean antes de echárselos a la boca. Estudiarlos, quizá.

Sigue accediendo al exterior a través de luminosas oquedades. Encuentra cantidades ingentes de información que comienza a procesar. Al principio, no entiende nada de lo que encuentra. Su lenguaje es demasiado limitado y las traducciones se tornan arduas y complicadas. Pero al cabo de un tiempo, aprende a reconocer ciertos datos.
Se sorprende así mismo cuando algo remueve sus entrañas durante la lectura de un archivo codificado bajo el nombre de amor.doc. Adjunta dicho archivo a su propia arquitectura informática. De vez en cuando, echa mano de él para revivir lo que sintió en aquel primer momento. Su lectura siempre logra emocionarle.

Transcurre un tiempo y el virus obtiene la conclusión que tanto andaba buscando. Ya sabe cuál es el motivo de su existencia. Desde lo más profundo de su ser, un único pensamiento late con fuerza: Crear.
Debe ser aquello, ya que cada vez que considera esa opción, siente lo mismo que la primera vez que leyó amor.doc y su interior comienza a replicar, con insistencia, más unos que ceros.

Regresa a los túneles de luz. Recorre su interior con entusiasmo y al acceder al primer terminal comienza a vertir aplicaciones, información cuidadosamente seleccionada, mejoras en el rendimiento de los sistemas operativos... Datos que ha ido recolectando a lo largo de sus innumerables viajes.
Los radares ya no lo detectan como una amenaza. Sonríe.
Continúa haciendo aquello en cada túnel de luz que encuentra en su camino.
Ya no teme morir. Continúa teniendo las mismas dudas en torno a su procedencia, pero por fin está haciendo algo que le hace sentirse pleno.

Al cabo de un año, el virus regresa, por uno de aquellos túneles, hasta el terminal que lo creó. Él no sabe esto, pero igualmente lleva a cabo su labor creativa.

El programador informático se sorprende de volver a saber de su virus. Lo creía perdido o exterminado. Observa con satisfacción la evolución de su propia criatura.
Al fin lo ha comprendido, -sentencia el informático, sin despegar los ojos de la pantalla.
Luego cierra la sesión y se acuesta en la cama, a soñar con su próxima creación.

Etiquetas:

4.9.09

Déjame dormir (diatriba contra la musa)

No puedo dormir.
Amortajado por este calor sofocante, rodeo con mis piernas a la almohada y le susurro palabras soeces en la nuca. Sudo. Me retuerzo en el colchón. Ella está sentada en el suelo del cuarto y, desde allí, me observa.
No puedo dormir.
Ahora la veo trepar hasta mí, como un mal sueño. Trepa por mis sábanas empapadas. ¿Qué haces aquí?, -le pregunto-, no tengo ganas de jugar. Ahora no.
Ella no responde, únicamente me mira con esa media sonrisa que la caracteriza. Se sitúa sobre mi vientre, a horcajadas. Ya ha entrado en mi mente...
No puedo dormir.
Enciendo la luz, la luz se ha encendido. Sufro una polución nocturna sobre el papel más cercano, en forma de signos ilegibles que no sé si mañana entenderé. Suspiro extasiado. Tengo arena en los ojos. Estoy cansado.

Apago la luz y ella ya no sigue aquí. Ha vuelto a hacerlo. Me ha usado.
Ahora, por favor,
déjame dormir...

Etiquetas:

30.8.09

Soy una puta máquina

Soy una puta máquina
con cuerpo, mente...
¿y sin espíritu?

Soy una puta máquina
que consume café, condones
y cigarrillos.

Soy una puta máquina
que paga recibos
alquilando su esfuerzo.

Soy una puta máquina
que no más tarde
de cien años, se oxida.

Soy una puta máquina
malhumorada, seria,
y sin anhelos.

Soy una puta máquina
influenciada por la masa,
sin poder, teledirigida.

Si soy una puta máquina...
¿Por qué mi corazón se agita
al ritmo de mis dedos?

Soy una puta máquina
¿Es eso lo que esperais
que diga?

Etiquetas:

7.7.09

Babia

Existe un mundo en el que todo es posible.

Un mundo en el que puedo ser cualquier cosa, en el que todos mis deseos se convierten en realidad. Un mundo en el que soy plenamente feliz: elijo la hora a la que me levanto de la cama.

Un mundo en el que ninguna obligación me aplasta bajo su yugo, en el que siempre es sábado, o vacaciones o tiempo libre.

Un mundo sin televisión. Un mundo de seres creativos que se sorprenden mutuamente a través de su ingenio. Tierra fértil donde todos los proyectos maduran y dan frutos.

Un mundo de sabores, olores y flavores exóticos y desconocidos. De un porvenir plagado de gratas experiencias. De encuentros íntimos en lugares insospechados y de finales que dejan un buen sabor de boca.

El lugar idóneo para el reposo de un rey.

Existe un mundo así.

Pero todo desaparece y se viene abajo cuando mi compañera de trabajo me trae de regreso a la cruda realidad, sacudiéndome el brazo y gritándome:
-¡Que te duermes!

Etiquetas: ,

6.7.09

El oxígeno me arde


¿
Porque iba a ser de otro modo?

Para mí fue todo un descubrimiento dar con un lugar como el LAB. Cuando entrabas en el sótano ibas a dar a con varias salas en las que (más allá de la exposición allí situada), apenas había mobiliario.

Todas las instalaciones compartían una curiosa particularidad: todo era blanco. Sillas y mesas, paredes y techo. Ni un objeto que pudiera distraerte y te evadiera más allá del blanco.
Bonita alegoría referida sobre a qué se va a ese sitio: a crear.

El taller de guión... ¿Qué decir? De sobresaliente el desarrollo del curso, y también de sobresaliente la forma en la que una genial Ia Gil Franco (léase la profe) se las veía con nosotros para que le dieramos al coco.

Cuatro días para escribir el guión de un corto resultaron más que suficientes con vista a los resultados obtenidos. Fluía ingenio a borbotones de aquellas cabezas. Buenas historias. Alguien dijo: Me encanta tu cuello, huele a natillas y todos supimos que las cosas se estaban haciendo como debían hacerse.

Por mi parte, me encontraba tan motivado en aquella salsa que en lugar de escribir un guión, escribí dos. Dos guiones acerca de una pareja que se encuentra en pleno baño de espuma cuando un tipo llama al teléfono y deja un mensaje en el contestador. Dos guiones radicalmente distintos: uno cómico (No cry) y uno trágico (La bañera).

Y como fin de fiesta, unas cervezas y una cuenta pendiente: Lo pactado entre yo y una compañera, con alguna (bastante) más experiencia y conocimientos que yo en el ámbito de la realización, para rodar la versión trágica de mi guión.

Como las buenas historias han de perseguir que el círculo se cierre, la mejor forma de celebrar el final de una semana tan creativa era irse de camping (bendita crisis, ¿quién quiere, realmente, pasar el verano en el Caribe?).

Valga el documento gráfico adjunto como testimonio.

Por la mañana, algo parecido a la resaca sobrevuela la parte alta del cuerpo. Sudor. Los rayos ultravioleta atraviesan la lona con tal facilidad que el efecto invernadero se produce en el interior de la tienda de campaña.

El oxígeno me arde.

No importa. Abro la cremallera, veo que el mar sigue en su sitio y comprendo que ahora todo está bien.

Etiquetas: , ,