22.6.09

Malditos bibliotecarios (o cómo cambiar el mundo tras un mostrador)

No hay cosa menos útil que una congregación de bibliotecarios, siempre lo he pensado.

La gente que anda fuera del gremio no sabe bien lo que se cuece tras ese cuerpo de funcionarios y mercenarios (como es mi caso) de la cultura. Algunos pensarán que por tener un título universitario o por andar todo el día rodeados de libros, o porque parezca que sepamos las coordenadas exactas de la leja del libro que andas buscando, íbamos a ser una raza superior.

Pues no, amigos. Vaya sorpresa ¿eh?

Ahora, es normal que cuando tienes un cargo vitalicio como los dictadores y nadie sabe muy bien a qué te dedicas (algunos lo llaman sus labores) acabas pensando sin pensar (que es como estar seguro de que sabes hacer algo, pero puesto a ello no te molestas lo más mínimo... total, si sabes que sabes ¿por qué ibas a demostrarlo?).

Esta mañana, un ejército de bibliotecarios se reunen en la Gran Biblioteca. Entre sus filas va el Rey Cerilla, como no. Los bibliotecarios se reunen, de vez en cuando, para llevar a cabo profundas reflexiones, tales como si los subtítulos de los libros debieran escribirse en el catálogo con o sin mayúscula...

Como cualquier reunión formal, todo se viste de gran solemnidad, la gente se habla de usted, se levanta la mano para pedir permiso para ir al baño y se tira constantemente del latiguillo: Esto lo hacemos pensando en el bien del usuario.

En cierto momento, una mente despierta decide que es hora de tomarse un café y se pacta una pausa de media hora pensando en el bien del usuario.

Yo trasego mis veinte centilitros de cafeína y nazco por segunda vez en este día (aaah...)

Los bibliotecarios preferirían pasar el resto de la mañana en el bar, pero alguien llama de la Gran Biblioteca: la reunión debe continuar. Se escupen maldiciones, las barajas de cartas caen sobre la mesa y se apuran las últimas caladas a los cigarrillos.

Durante la segunda parte de la reunión surgen más dudas. Pero una duda para un bibliotecario es lo más parecido a su propio culo. Sabes que está ahí, pero no piensas demasiado en ello. No vas a preguntar, no vas a pedir a alguien con más experiencia que te aclare... Si alguna vez una duda te atosiga, la metes al cajón de las dudas y miras a otros bibliotecarios con recelo: ¿sabrán ellos la respuesta? Tal vez no, pero esa no es más que otra duda que no debe preocuparte, recuerda que todo lo que haces es pensando en el bien del usuario.

Les lanzo yo una pregunta (y no es un chiste que conste): ¿Cómo hacen treinta bibliotecarios congelados para apagar un aparato de aire acondicionado? Lo han adivinado: llamando al de mantenimiento. Es acojonante, pero cuando llega el tipo y pregunta ¿cúal es el problema? y ves que simplemente apretando al boton OFF el aparato se silencia y la temperatura comienza a subir te da por pensar ¿qué estoy haciendo con mi vida, dios mío?

La reunión acaba, no porque esté todo hablado, sino por la cara de desesperación del colectivo que ya no piensa en el bien del usuario, sino en el bien de sus estómagos rugientes.

Antes de salir por la puerta recuerdo que llevo encima un documental que saqué de la Gran Biblioteca y que debería aprovechar para devolverlo.

Me acerco al bibliotecario que hay tras el mostrador:
-Buenas, quiero devolver este deuvedé.
-Déjame tu carné, -dice sin mirarme a la cara.
-Tome.
Veo que el rostro del bibliotecario permuta a un estado de mayor seriedad. Debe de tener problemas: lo veo hacer gestos y maldecir por lo bajo.
-¿Es el programa de gestión?... Soy del gremio, sé lo puñetero que puede llegar a ser, -me río.
El bibliotecario sigue sin mirarme, toda su vida gira en torno a la pantalla plana que hay a treinta centímetros de sus ojos, eso sí, utiliza toda la desgana del mundo para decir:
¿Eres del gremio?... Ah.

Comienzo a pensar que no debería haber dicho eso, ya que la norma no escrita habla de pensar en el usuario, pero no en gente de tu misma calaña.

La última gota de sudor frío desciende por mi espalda cuando el del mostrador le dice a la pantalla (que no a mí):
-Esto ya está hecho.

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3 comentarios:

A las 22 de junio de 2009, 12:19 , Blogger Unknown ha dicho...

Malditos!!!

 
A las 24 de junio de 2009, 5:05 , Blogger Marga Esteban ha dicho...

Menudo Congreso, el de los Bibliotecarios. Me encantaría haber escuchado lo que se decía en las pausas y no en la reunión....bueno es una sola vez al año...y seguro que os invitan a todo ¿no?.

 
A las 25 de junio de 2009, 5:03 , Blogger Eric F. Luna ha dicho...

Javi:
¡Ahí, ahí! ¡Duro con ellos! jaja...

Bluess:
En las pausas es cuando aprovechamos para contar chistes verdes y ser simpáticos... hasta que volvemos tras el mostrador, jeje.

Saludos para ambos.

 

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