7.7.09

Babia

Existe un mundo en el que todo es posible.

Un mundo en el que puedo ser cualquier cosa, en el que todos mis deseos se convierten en realidad. Un mundo en el que soy plenamente feliz: elijo la hora a la que me levanto de la cama.

Un mundo en el que ninguna obligación me aplasta bajo su yugo, en el que siempre es sábado, o vacaciones o tiempo libre.

Un mundo sin televisión. Un mundo de seres creativos que se sorprenden mutuamente a través de su ingenio. Tierra fértil donde todos los proyectos maduran y dan frutos.

Un mundo de sabores, olores y flavores exóticos y desconocidos. De un porvenir plagado de gratas experiencias. De encuentros íntimos en lugares insospechados y de finales que dejan un buen sabor de boca.

El lugar idóneo para el reposo de un rey.

Existe un mundo así.

Pero todo desaparece y se viene abajo cuando mi compañera de trabajo me trae de regreso a la cruda realidad, sacudiéndome el brazo y gritándome:
-¡Que te duermes!

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6.7.09

El oxígeno me arde


¿
Porque iba a ser de otro modo?

Para mí fue todo un descubrimiento dar con un lugar como el LAB. Cuando entrabas en el sótano ibas a dar a con varias salas en las que (más allá de la exposición allí situada), apenas había mobiliario.

Todas las instalaciones compartían una curiosa particularidad: todo era blanco. Sillas y mesas, paredes y techo. Ni un objeto que pudiera distraerte y te evadiera más allá del blanco.
Bonita alegoría referida sobre a qué se va a ese sitio: a crear.

El taller de guión... ¿Qué decir? De sobresaliente el desarrollo del curso, y también de sobresaliente la forma en la que una genial Ia Gil Franco (léase la profe) se las veía con nosotros para que le dieramos al coco.

Cuatro días para escribir el guión de un corto resultaron más que suficientes con vista a los resultados obtenidos. Fluía ingenio a borbotones de aquellas cabezas. Buenas historias. Alguien dijo: Me encanta tu cuello, huele a natillas y todos supimos que las cosas se estaban haciendo como debían hacerse.

Por mi parte, me encontraba tan motivado en aquella salsa que en lugar de escribir un guión, escribí dos. Dos guiones acerca de una pareja que se encuentra en pleno baño de espuma cuando un tipo llama al teléfono y deja un mensaje en el contestador. Dos guiones radicalmente distintos: uno cómico (No cry) y uno trágico (La bañera).

Y como fin de fiesta, unas cervezas y una cuenta pendiente: Lo pactado entre yo y una compañera, con alguna (bastante) más experiencia y conocimientos que yo en el ámbito de la realización, para rodar la versión trágica de mi guión.

Como las buenas historias han de perseguir que el círculo se cierre, la mejor forma de celebrar el final de una semana tan creativa era irse de camping (bendita crisis, ¿quién quiere, realmente, pasar el verano en el Caribe?).

Valga el documento gráfico adjunto como testimonio.

Por la mañana, algo parecido a la resaca sobrevuela la parte alta del cuerpo. Sudor. Los rayos ultravioleta atraviesan la lona con tal facilidad que el efecto invernadero se produce en el interior de la tienda de campaña.

El oxígeno me arde.

No importa. Abro la cremallera, veo que el mar sigue en su sitio y comprendo que ahora todo está bien.

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